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domingo, 6 de junio de 2010



CHRISTINE DE PIZAN

Era de origen veneciano (año 1363), pero pasó gran parte de su vida en Francia, ya que su padre era el astrólogo de Carlos V de Francia. Recibió una completa educación, prohibida a las mujeres en aquella época, gracias a su posición y a su sabio padre. Se casó a los quince años (con un notario real), fue madre de tres hijos y enviudó a los veinticinco. Había vivido una década de “amor apasionado”.

Se encontró de golpe con serios problemas económicos, pues el rey había dejado de pagar los honorarios de su marido, y éstos fueron agravados aún más cuando unos mercaderes se aprovecharon de su inexperiencia para robarle la dote de sus hijos. Empieza una larga pelea de juicios y pleitos.

Al darse cuenta que la justicia tardaría años en devolverle lo que le pertenecía por derecho, se encerró en su estudio y decidió dedicarse a la escritura, pues es lo que sabía hacer. Cristina de Pizán tenía una “habitación propia” donde escribía y estudiaba. En este sentido fue una privilegiada, Virginia Woolf lo sabía. (Woolf, V. (2003) Un cuarto propio. Alianza Editorial, Madrid).

Fue "el (la) primer (a) escritor (a) profesional", ya que mantuvo con su escritura a su madre, hermanos e hijos en pleno siglo XV. Se han conservado treinta y siete obras suyas y su escritura la hizo famosa y reconocida en toda Europa. Escribió tres o cuatro libros al año durante su período de mayor fertilidad (por iniciativa propia y por encargo), adentrándose en temas de política, derecho o estrategia militar.
Está considerada como la primera escritora feminista. Según la medievalista Blanca Garí, porque, frente al discurso de los doctos de la época, escribió a partir de su experiencia como mujer. "Es la primera que afirma que todo lo que se dice sobre la maldad de las mujeres no se debe a ninguna característica intrínseca, sino a las circunstancias, que no es natural, sino social. Y que repasa lo que los hombres han dicho de las mujeres y lo rebate desde su propia experiencia".

Cristina de Pizán ejerce de ciudadana, hablando con voz propia en un mundo en el que se discute sobre la naturaleza de las mujeres, rebatiendo con argumentos, en su nombre y en el de todas las mujeres. Se resiste al destino de subordinada que le intenta imponer la sociedad en la que vive. Reivindica para las mujeres el derecho al reconocimiento de la condición de persona, con todas las cualidades que se atribuyen en exclusiva a los varones: inteligencia, fuerza, valor, creatividad; con todos los valores morales que pueden manifestar todos los humanos: tenacidad, entrega, fidelidad, prudencia. Reivindica también como valores humanos todo aquello que es considerado tradicionalmente como propio de las mujeres y que por ello se denigra: la ternura, el cuidado de las personas, las tareas domésticas.

La mujer debe reapropiarse del mundo sin dejar de ser mujer, y el mérito será suyo.

Además, también era “editora”, pues aún se conservan algunas copias de sus obras manuscritas por ella misma y con ilustraciones realizadas por artistas que trabajaron para ella.

Entre sus obras está El Tesoro de la Ciudad de las Damas (1405), libro práctico de consejos. Se propuso darlo a conocer en todo el mundo y se interesó por su difusión entre las mujeres de todas las condiciones. Para ello se planteó enviar copias, a reinas y damas de la nobleza, y tomó las disposiciones para que fuera examinado, leído y publicado en todos los países.

La Ciudad de las damas (1405) el libro que escribió para descargar su indignación y rebatir los argumentos de los que estaban empeñados en demostrar la naturaleza no moral de las mujeres, en oposición a la de los hombres, y su perversidad intrínseca y corrosiva (“las herederas de Eva”). Cristina de Pizán vuelve a escribir la historia de las mujeres en clave femenina. Su principal fuente (tiene un profundo conocimiento de la obra) es De claris mulieribus de Bocaccio. Mientras éste desconfía de la naturaleza femenina por su debilidad y falta de inteligencia, la autora elogia a las mujeres sin cesar por la belleza y fuerza de su cuerpo y de su mente.

Está divido en tres partes:

En el Libro I se presentan las tres Damas (Razón, Derechura y Justicia) que le encomiendan la creación de una Ciudad habitada sólo por damas. Mientras se inicia su construcción, Razón y Cristina de Pizán conversan sobre el desprecio de los hombres hacia las mujeres y por qué éstas no pueden participar en el sistema judicial, temas que ejemplifica con mujeres ilustres.
En el Libro II Derechura continúa refutando a los hombres que afirman que a las mujeres les gusta ser violadas o que son inconstantes.
En el Libro III, Justicia culmina la construcción de la Ciudad citando a las mujeres de gran fe cristiana que la poblarán. Finalmente, aconseja a las mujeres. Comienza así:

«Sentada un día en mi cuarto de estudio, rodeada toda mi persona de los libros más dispares (...). Levanté la mirada del texto y decidí abandonar los libros difíciles para entretenerme en la lectura de algún poeta. Estando en esta disposición de ánimo, cayó en mis manos cierto extraño opúsculo, que no era mío sino de alguien que me lo había prestado. Lo abrí y vi que tenía como título “Libro de las Lamentaciones de Mateolo”. Me hizo sonreír, porque, pese a no haberlo leído, sabía que este libro tenía fama de discutir sobre el respeto hacia las mujeres. (...) Me adentré algo en el texto pero, como me pareció que el tema resultaba poco grato para quien no se complace en la falsedad y no contribuía para nada al cultivo de las cualidades morales, a la vista también de las groserías de estilo y argumentación, después de echar un vistazo por aquí y por allá, me fui a leer el final y lo dejé para volver a un tipo de estudio más serio y provechoso. (...) Su lectura me dejó algo perturbada y sumida en una profunda perplejidad. Me preguntaba cuáles podrían ser las razones que llevan a tantos hombres, clérigos y laicos, a vituperar a las mujeres, criticándolas bien de palabra bien en escritos y tratados. (…) Me propuse decidir, en conciencia, si el testimonio de tantos varones ilustres podía estar equivocado. (…) Por más que intentaba volver sobre ello (…) no podía entender ni admitir como bien fundado el juicio de los hombres sobre la naturaleza y conducta de las mujeres. Al mismo tiempo, sin embargo, yo me empeñaba en acusarlas porque pensaba que sería muy improbable que tantos hombres preclaros, tantos doctores de tan hondo entendimiento y universal clarividencia (pudieran equivocarse). (...) Todo aquello tenía que ser verdad, si bien mi mente, en mi ingenuidad e ignorancia no podía llegar a reconocer esos grandes defectos que yo misma compartía sin lugar a dudas con las demás mujeres. Así, había llegado a fiarme más del juicio ajeno que de lo que sentía y sabía en mi ser de mujer.»

Miniatura titulada “Mujeres albañiles construyendo la muralla de la ciudad”, perteneciente a la Ciudad de las Damas de Christine de Pizan.

En su ciudad alegórica la Ciudad de las Damas, ofrece numerosas pruebas de valiosas realizaciones femeninas, reivindica valores como la ternura, la solidaridad o la generosidad y denuncia la misoginia de la época medieval.

En esta miniatura podemos ver a dos mujeres levantando un muro con sus propias manos. El muro impone un límite al espacio, lo humaniza y crea un ámbito interior para el albergue de una ciudad donde habitarán hombres y mujeres, donde dejarán sus huellas, creando memoria. “Habitar es dejar huellas...” dice Walter Benjamin. Una de las mujeres es una reina; la otra, una monja. La reina simboliza la razón, la materia, la forma. La monja, la emoción, el espíritu, la poesía. Las dos mujeres construyen. Son activas, innovadoras e incluidas dentro de su espacio y de su tiempo.

Por tanto, la primera persona que hizo de la escritura un oficio fue una mujer. Además queda patente su feminismo. Y su valentía al luchar como mujer en un mundo de hombres… en pleno siglo XV.

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