Homenaje a Nadine Gordimer

Homenaje a Nadine Gordimer
160 €

Diógenes: ¡Busco un "Hombre"!

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150 €

La Felicidad de la marquesa de Chatelet (Vendido 180 €)

La Felicidad de la marquesa de Chatelet (<em>Vendido </em>180 €)
Vendido

El sueño de Hipatia

El sueño de Hipatia
160 €

La Felicidad de la marquesa de Chatelet (Vendido 180 €)

sábado, 5 de junio de 2010



MARQUESA DE CHÂTELET

(París, 1706-1749) Esta filósofa y científica aficionada a las teorías físico-matemáticas de Leibniz y Newton, se disfrazaba de hombre para participar en las reuniones que hacían los científicos en los cafés parisinos.

Tras ocho años de aburrido matrimonio, se hizo amante de Voltaire y convivió con él durante quince años. Su casa se convirtió en un lugar muy frecuentado por los científicos newtonianos.

Emilie y Voltaire escribieron juntos la obra Elementos de la filosofía de Newton que, sin embargo, sólo fue atribuida a él. Por otro lado, ella escribió Instituciones de física (1740), para iniciar en este estudio a su hijo. También tradujo los Principios matemáticos de la filosofía natural de Newton al francés, introduciendo así al físico en su país.

Es muy conocida otra obra de la marquesa sobre la felicidad, llamada Tratado de la felicidad (1747). Según su postura, para conseguir la felicidad hay que dejar fluir las pasiones y los placeres, liberándose de los prejuicios.

Tras su larga relación con Voltaire, Emilie tuvo otra relación con el marqués de Saint-Lambert y murió al dar a luz a un hijo suyo.

Homenaje al Pacífico Sur de Margaret (acuarela 150 €)




MARGARET MEAD (1901-1978)

Margaret Mead, norteamericana, famosa en el área de la antropología cultural del siglo XX. Se doctoró en antropología en 1929, en la Universidad de Columbia.
Allí trabajó, desde 1954, como profesora adjunta de antropología.

En 1925 realizó su primer trabajo de campo en Samoa centrándose en el estudio de las chicas adolescentes, y en 1929 viajó a las islas Manus de Nueva Guinea, donde investigó sobre las historias, cuentos y relatos utilizados por adultos para la educación y socialización de los niños. Su trabajo de campo en Guinea, sirvió entre otros aspectos para demostrar que los roles de género difieren de una sociedad a otra.

Posteriormente, en Bali exploró nuevas formas para documentar el paso de la niñez a la etapa adulta, y la forma en la que la sociedad plasma este tránsito a través de símbolos.

Justo antes de finalizar la Segunda Guerra Mundial (que le obligó a suspender su investigación en el Pacífico Sur), fundó junto con Benedict el Instituto de Estudios Interculturales, en 1944.

El impacto y consecuencias de la guerra definió a Mead como una personalidad defensora de la idea de la superación y posibilidad humana para el cambio, frente a un pensamiento intelectual generalizado mucho más pesimista acerca de esta concepción.

Consideraba que los patrones de racismo, belicismo y explotación ambiental eran costumbres adquiridas, y que la sociedad humana era capaz de modificar dichos esquemas para construir nuevos principios sociales totalmente distintos.
Mead fue profesora de varias instituciones, y destaca especialmente su carrera en el Museo de Historia Natural, en Nueva York.

Fue objeto de múltiples honores y homenajes, siendo presidenta de honor de varias asociaciones e instituciones, entre las que destacan la Asociación Antropológica Estadounidense y la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia. Murió en 1978, dejando un voluminoso legado de libros, escritos y trabajos, correspondiente a una prolífica autora, así como a una admirable personalidad.

El tormento de Camille (acuarela 180 €)



CAMILLE CLAUDEL (1864-1943)

Nace en 1864 en Villeneuve. Mientras su padre comprende la inclinación de Camille hacia el arte, su madre se opone duramente a lo que considera una desviación radical de las reglas que rigen la vida burguesa en la sociedad del momento. Solo encuentra consuelo en su hermano Paul, quien se convertirá en un célebre escritor.

Cuando la familia se traslada a París, ella se inscribe en la Académie Colarossi y mantiene un estudio junto a tres amigas inglesas. Su encuentro con el escultor Auguste Rodin desemboca en una relación amorosa. Camille posa para él y colabora en la realización de las figuras de la monumental Puerta del Infierno de aquel.

La obra de la escultora, muy cercana a la de su maestro, no es nunca una mera copia. Se produce entre ambos un clima de colaboración y enfrentamiento que enriquece la labor mutua. Frecuentan juntos los ambientes artísticos y culturales más importantes del París de la época y pasan juntos largos períodos fuera de la ciudad pero Rodin está unido sentimentalmente a otra mujer, Rose Beuret a quien no tiene intención de abandonar para casarse con Camille.

Una vez rota su relación con el escultor, entra en su vida Claude Debussy pero también él está unido a otra mujer. Mientras, sus obras alcanzan cierto éxito y aparecen con frecuencia artículos sobre ella en las revistas de arte.

Algo inestable emocionalmente, sus crisis nerviosas empiezan a ser cada vez más frecuentes llegando, en algunas de ellas, a destruir parte de su obra. No encuentra apoyo en su familia pues su madre y su hermana siguen siendo hostiles a su forma de vida y su hermano Paul está lejos. A la muerte de su padre en 1913 es recluida en un sanatorio psiquiátrico del que ya no saldrá pese a su recuperación y a los desgarrados ruegos que dirige a su hermano. Allí morirá en 1943.

Más conocida por su atormentada existencia que por la calidad de su producción y la extraordinaria modernidad de sus obras, Camille posee una gran habilidad técnica para la escultura dominando a la perfección la talla del mármol. Si bien sus primeras obras llevan el sello indiscutible de Rodin, en las piezas consagradas del escultor se percibe claramente la mirada de Camille quien llegó incluso a permitir que él firmara sus obras. El abandono de 1888 de Camille Claudel sería la respuesta a El beso en bronce de 1886 de Auguste Rodin.

Gertrudis y la abolición de la esclavitud (acuarela 50 €)



Gertrudis Gómez de Avellaneda

Poetisa desde la cuna (1814 -1873), Gertrudis Gómez de Avellaneda estremeció a la Real Academia de la Lengua. Tula, como muchos llamaban a esta bella camagüeyana, llegó a ser una de las más destacadas plumas del romanticismo español, y aun permanece entre las escritoras más distinguidas de nuestra lengua.

Escritora nacida en Cuba y que vivió en España desde los 22 años, su vida fue un cúmulo de desgracias comparables a las de sus personajes. La muerte de su padre y un casamiento apresurado de su madre la hicieron salir de Cuba hacia Europa, donde entró en contacto con la literatura romántica del momento, Victor Hugo, Chateaubriand y Lord Byron.

La muerte de sus dos maridos y el abandono de su amante cuando ella se encontraba embarazada de una niña, que nació muerta, inclinaron su temperamento depresivo y apasionado hacia el espiritismo y periodos de retiro religioso, aunque siempre contó con el apoyo de escritores como José Zorrilla, Fernán Caballero, José de Espronceda, o Alberto Lista; sin embargo, su espíritu independiente y sus escándalos amorosos también le valieron las críticas de personajes como Marcelino Menéndez Pelayo, que impidió que entrara en la Real Academia Española.

Escribió poesía, novela y teatro y destacó en los tres géneros, al incorporar a las letras españolas el ambiente caribeño, sentido en Europa como exótico, en un tono melancólico y nostálgico. Son ejemplo de ello sus novelas Guatimozín, último emperador de México (1846) o El cacique de Turmequé (1860). Su compromiso social se hace patente en Sab, la primera novela antiesclavista de las letras españolas.
Su poesía se centra en el tema del amor desdichado y pesimista como puede verse en algunos de sus sonetos más conocidos: Al partir, A él, A la poesía, publicados antes de 1841 y recogidos en un libro de poemas en 1851.

En el teatro, intentó fundir la tragedia clásica con el drama romántico pero sin caer en los excesos de éste, como en los dramas operísticos Saúl (1849) o Baltasar (1858), considerada la mejor de sus obras por el retrato psicológico de sus personajes.

Gertrudis Gómez de Avellaneda, a pesar de haber sido una autora muy valorada en su época, pasó después por un periodo de olvido, pero la crítica actual la considera una precursora del feminismo moderno tanto por su actitud vital como por la fuerza que imprime a sus personajes femeninos literarios.

Dominó la poesía con pasión. Sus dramas llenaron los teatros de la Península. Sus obras se discutieron el primer y segundo premio, a la vez, en los Juegos Florales más selectos de Madrid. La Real Academia de la Lengua, aterrorizada por la habilidad que poseía la adorable criolla, se negó a aceptarla bajo el pretexto de la saya. Emocionalmente destruida por la injusticia, continuó creando obras inmortales hasta el fin de sus días.

Además de ser reconocida como una de las más refinadas, y a la vez de lenguaje más sencillo, poetisas de nuestro idioma, la Avellaneda trató con dos temas primordiales de la literatura universal. Su novela Sab es una de las mejores obras en la abolición de la esclavitud.

Pocos años antes de morir, en 1867, publicó un libro de oraciones, o pensamientos religiosos, llamado Devocionario que la sitúa entre las místicas de pensamientos más elevados.

Dos juicios sobre la Avellaneda, sin duda contrapuestos, pero con el mucho aval que les confieren quienes los emiten:

"No hay mujer en Gertrudis Gómez de Avellaneda: todo anunciaba en ella un ánimo potente y viril; era su cuerpo alto y robusto, como su poesía ruda y enérgica; no tenían las ternuras miradas para sus ojos, llenos siempre de extraño fulgor y de dominio: era algo así como una nube amenazante". "... la Avellaneda no sintió el dolor humano: era más alta y más fuerte que él; su pesar era una roca...". José Martí.
"Lo femenino eterno es lo que ella ha expresado, y es lo característico de su arte, y lo que la hace inmortal, no sólo en la poesía lírica española, sino en la de cualquier otro país y tiempo; es la expresión, ya indómita y soberbia, ya mansa y resignada, ya ardiente e impetuosa, ya mística y profunda, de todos los anhelos, tristezas, pasiones, desencantos, tormentas y naufragios del alma femenina". Marcelino Menéndez y Pelayo.

El naturalismo de Grazia (acuarela 80 €)



1926 GRAZIA DELEDDA

Grazia Deledda
(Italia, 1871-1936)

Novelista y premio Nobel italiana perteneciente al movimiento naturalista. Nació en Nuoro, Cerdeña y, desde su matrimonio, vivió en Roma.

Escritora prolífica, produjo muchas novelas y narraciones cortas que evocan la dureza de la vida y los conflictos emocionales de los habitantes de su isla natal.

Elias Portolú (1903) es la historia de un ex-presidiario enamorado de su cuñada. Cosima (1937), en cambio, es una obra de carácter autobiográfico.

Su novela más conocida, La madre (1920), explora la relación entre un sacerdote y su madre, a la que adora, mientras que Cenizas (1904) trata también de una madre y su hijo, aunque desde un punto de vista distinto.

En 1926 Deledda recibió el Premio Nobel de Literatura.

El Mundo de las Mujeres (óleo sobre lienzo 200 €)



Historiadores e historiadoras tienen ante si la responsabilidad de romper el silencio - quebrado apenas por un puñado de nombres repetidos circunstancialmente - para devolverles a las mujeres el espacio, la voz y 1a acción olvidados y rescatar del anonimato tanto heroísmo y talento. Porque no es sólo 'injusto sino históricamente inexacto’ ignorar lo que le sucedió y lo que protagonizó la mitad le la población de nuestro país.

Se hace impostergable cambiar el estado de las cosas que arroja hoy un balance tan desfavorable para nuestras mujeres, evitar que se repita lo que es "tan natural" en los libros por los que estudiamos y estudian aún hoy las nuevas generaciones: que se pretenda, apenas con unos párrafos de un grueso volumen o en un par de documentos de una extensa colección agotar la historia de ellas o en las que ellas fueron partícipes, que ha sido tan rica en todos los ámbitos de la vida social, cultural; económica y política del devenir mundial.

Es por ello que cualquier iniciativa, cualquier gesto - por modesto que sea - por develar esa parte oculta de la historia y erradicar el mito de las "grandes mujeres" concebidas sólo a la sombra de maridos o parientes, debe ser apoyado calurosamente. Porque sin contar con la mitad de la población humana ni registrar en la memoria colectiva sus aportes, las posibilidades de desarrollo estarán siempre mediatizadas, serán incompletas e insuficientes y de un sesgo sexista no sólo injusto como también irracional.

Para conmemorar el 8 de marzo, en 2005, Elsa López, escribió un artículo titulado “La invisibilidad de las Mujeres” que reproducimos a continuación, porque resume muy bien el tema que tratamos:

“Lo son. Unas veces más y otras, menos. Pero lo son: invisibles, transparentes. Están en escena y no se las ve. Presiden instituciones, congresos, departamentos sociales, y no se las ve. Pintan, escriben, componen, dirigen orquestas, crean arte, y no se las ve. Se silencian sus nombres o se las aparta del canon que es lo mismo que no ser.

Porque si no se las nombra, no son nada. Nadie duda de que hubo escritoras espléndidas en todas las épocas dignas de ocupar un lugar destacado en las mejores enciclopedias o artistas dignas de tener colgadas sus obras en los mejores museos. Y si nadie lo duda, ¿por qué no están? ¿Quién ha borrado sus nombres de esas páginas? ¿Quién o quiénes han olvidado colocarlas en el sitio que les corresponde?

Es necesario pronunciar esos nombres para que existan. Debemos escribir sus nombres por las paredes del mundo para reivindicarlas, para hacerlas visibles. Para darles la vida que no tuvieron.


Hay cosas que es mejor no nombrarlas para no hacerlas evidentes. Esa es la clave para entender el silencio creado alrededor de las mujeres. La visibilidad de una mujer está permitida siempre y cuando responda a los cánones que los hombres han creado. Ninguna mujer que tenga voz propia, que sea beligerante o emprendedora, es aceptada por la mayoría de las sociedades patriarcales. Y si una mujer así existe, se procura minimizarla, ridiculizarla, quitarla de en medio.

Ningún macho al uso consiente en ser dirigido, informado o puesto en su sitio por una mujer. No se cuestiona la autoridad cuando es un hombre quien manda. Se cuestiona cuando es una mujer. Una situación semejante crea en ellos tales conflictos de personalidad, tales esquizofrenias que, en cuanto te descuidas, te saltan a la yugular. Van a degüello.

En el momento que las mujeres aparecen en escena y actúan libremente, ellos comienzan a ponerse nerviosos y a desenvainar las espadas. Y ruedan cabezas. Las de ellas, claro. No hay otra explicación para tanta masacre. La creciente violencia contra las mujeres es una prueba que certifica lo que digo.

Cuando alguien opina que antes no ocurrían estas cosas siempre contesto lo mismo: si, si ocurrían, pero, o no se conocían, excepto que alguna se atreviese a mostrarlas, en cuyo caso sólo cabía esperar el desprecio y la marginación, o eran tan sumisas que “no daban motivos” para soluciones tan cruentas.

Porque ellos no soportan la voz, la discrepancia o la agresividad de quienes tradicionalmente estuvieron en silencio soportando humillaciones, palizas, o una amorosa indiferencia.

Hoy, en un día tan especial para nosotras, yo haría un ruego a tantos hombres que creen en una sociedad justa: que nos miren con los ojos de la admiración y del asombro; que nos nombren, que nos designen por nuestro nombre y por lo que él significa. Que nos ayuden a construir una sociedad madura donde al anunciarse nuestra presencia, hombres y mujeres, por igual, se levanten de sus asientos con devoción y respeto. No puedo pedir más. Ni menos. Autoría: Elsa López. Fuente: http://www.ciudaddemujeres.com

Aunque en la actualidad se piensa que el intento de visibilizar a las mujeres es una cuestión prácticamente feminista, llevada a cabo mayoritariamente por mujeres, no hay que olvidar que a lo largo de la Historia han sido muchos los que han intentado que los logros de las mujeres no quedaran en el olvido. La catedrática lola Pérez Sedeño, cita algunos de estos esfuerzos:

Las primeras obras tomaron la forma de enciclopedia, con la pretensión primordial de mostrar que las mujeres eran capaces de grandes cosas y que, por tanto, debían ser admitidas en las instituciones culturales. Dichas enciclopedias tenían un carácter general, es decir, estaban dedicadas a los logros en todos los campos. Giovanni Boccaccio escribió una obra de este tipo entre 1355 y 1359, De claris mulieribus, en la que presentaba la biografía de 104 mujeres notables, aunque la mayoría eran reinas (reales o míticas).

Agustín de la Chiesa publicó en 1620 “Theatrum literatar feminarum”.
Johan Frauenlob « Die Lobwürdige Gesellschaft der gelehrten Weiber », en 1631.
Margerite Buffet, « Eloge des illustres sçavants anciennes et modernes » (1668).
En la Historia “Mulierum Philosopharum”, publicada en 1690, Gilles Menage daba cuenta de los logros de filósofas antiguas y contemporáneas, para apoyar su propuesta de que las mujeres fueran admitidas en la Académie Francaise. Pero, como observa el propio Menage, su propuesta no tuvo resultado alguno.

A mitad del siglo XVIII aparecieron las primeras enciclopedias específicas sobre la mujer en las ciencias naturales y la medicina. Así por ejemplo, Jérome Lalande, en su Astronomie des dames (1786) –que entra de lleno en el género de la literatura científica «para damas»– incluía una brevísima historia de las astrónomas (¿tal vez la primera?).

En la década de 1830 Christian Friedrich Harless escribió “Die verdienste der Frauen um naturwissenschaft, Gesundsheits und Heilkunde” (La contribución de las mujeres a la ciencia natural, la salud y la curación). En dicha obra, pretendía «llenar un vacío» existente en las historias de su época y proponía una historia evaluadora de las aportaciones de las mujeres en todos los campos de las ciencias naturales, geología, antropología y medicina.

Estas historias muestran algo que, a veces, se olvida, se desconoce o se oculta: que las mujeres siempre se han sentido atraídas por el conocimiento, en general, y el científico, en particular.

El Patio de Oliva (acuarela 75 €)




OLIVA SABUCO (1562-¿)

Oliva Sabuco de Nantes y Barrera nació en Alcaraz (Albacete). Fue educada por eruditos de Alcaraz, como Pedro Simón Abril. En 1580, se casó con Acacio Buedo, y falleció en fecha desconocida.

En Oliva se resume el espíritu del segundo renacimiento español, en el que destacan figuras como Fray Luis de León, San Juan de la Cruz o Santa Teresa. La obra que le ha dado el merecido prestigio es “Nueva Filosofía de la Naturaleza del Hombre, no conocida ni alcanzada por los grandes Filósofos antiguos, la cual mejora la Vida y la Salud humana”. En este libro, escrito como un diálogo entre tres pastores, Oliva Sabuco nos explica cómo las emociones menoscaban la salud y causan la muerte prematura. Invita a los médicos a tratar al paciente en su todo: cuerpo, mente y ánima.

Su valor principal es el de ser una obra didáctica destinada a acercar la cultura sanitaria a las élites culturales y a extenderla desde ellas a todas las gentes. En ella, esta mujer se nos muestra tan adelantada a su tiempo que en la mitad del siglo XVI se permite poner en liza los métodos de la medicina en vigor, apoyada en su desafiante reexamen de las características de la naturaleza humana.

La fama de su trabajo crece desde la primera edición de 1587 a lo largo de las ocho ediciones, hasta la de 1734. “Nueva Filosofía” tuvo cierta divulgación en Europa. En Inglaterra se usan discretamente o se plagian poco después sus citas y análisis. Muchos aspectos de la obra de Sabuco siguen siendo compatibles con la Filosofía y la Ciencia contemporáneas.

Desde la primera edición y durante varios siglos la obra se publicó bajo el nombre de su autora, aunque siempre hubo quien dudó de su autoría por considerar que resultaba demasiado intelectual para ser obra de una mujer. Desde comienzos del S. XX, se ha cuestionado la autoría de Oliva sobre esta obra, tras el hallazgo de un documento notarial en el que aparece un añadido final, según el cual su padre (el llamado Bachiller Miguel Sabuco) se declara a sí mismo autor de la “Nueva Filosofía”, aduciendo que puso por autora a su hija para darle nombre y honra, reclamando el dinero que genera la publicación. Pero no aporta ninguna prueba ni testigos, y las intenciones manifestadas en este añadido son puramente lucrativas, tratando de apoderarse de los beneficios económicos de la publicación de la obra. Por tanto, debe ser desestimada esta pretensión.

En el momento presente, prosigue la polémica entre quienes niegan la autoría a Oliva, desde posiciones dogmáticas, acientíficas y decadentes, basándose en prejuicios machistas, falacias y manipulaciones, y por otra parte, quienes respaldan la justa y real autoría de Oliva Sabuco sobre la Nueva Filosofía, basándose en el Derecho, la Justicia, la investigación científica y el rigor lógico, sustentándose en numerosas y abrumadoras pruebas obtenidas con impecable metodología científica.

El niño de Marion (acuarela 170 €)




Marion Donovan era una madre joven en la era del baby boom. Estaba desesperada por las incomodidades de los pañales de tela e inventó un cubierta plástica para prevenir que los bebés se mojasen con tanta frecuencia y así no cambiarlos tan asiduamente, usando para ello una cortina de ducha.

En 1946, comenzó a experimentar con cubiertas impermeables, tela de nylon y por último con un material usado para paracaídas.

La patente le fue concedida en 1951. En esa época ya comenzaba a experimentar con el pañal de papel. En un principio su idea no fue muy bien acogida y tuvo que invertir ella misma en su producción.

Diez años más tarde ella vendía su compañía por un millón de dólares.

La Fuente de Lavinia (acuarela 75 €)



LAVINIA FONTANA (1552-1614)

Nace en Bolonia en 1552 y aprende los primeros rudimentos de la pintura en el taller de su padre Prospero Fontana, pintor de éxito que había trabajado en Roma y Florencia.

Lavinia tuvo acceso desde muy joven a importantes colecciones de arte y conoció personalmente a los protagonistas de la escena artística de su tiempo, lo que le permitió desarrollar con seguridad sus dotes de artista.

Aunque dominó diferentes géneros, la hicieron famosa los retratos de damas de su tiempo, para lo que era muy requerida.

Presenta a sus modelos en una pose natural, leyendo un libro o acariciando un perrito y una mirada pensativa y absorta. Son retratos generalmente de tres cuartos en los que destaca la calidad y riqueza de los ropajes y joyas, pintados con gran detalle.

Se casó con un alumno de su padre, Gian Paolo Zappi, un pintor mediocre, quien dejó su propia carrera para dedicarse a gestionar la de su esposa y madre de sus once hijos.

A la muerte de su padre, se traslada con su familia a Roma donde llega a ser pintora de la Corte del Papa Clemente VIII y elegida miembro de la Academia. Muere en esta ciudad en 1614.

Homenaje a Artemisa Gentileschi (acuarela 140 €)



ARTEMISA GENTILESCHI (1593-1652)

Nace en Roma en 1593 y es hija del pintor Orazio Gentileschi. Ya desde pequeña se acerca a la pintura observando los cuadros de su padre, quien deseaba que fuera monja y la mantiene prácticamente encerrada en casa, permitiéndole el acceso al taller con la condición de que nadie le dirija la palabra. Los esfuerzos por proteger a Artemisia fueron inútiles ya que fue violada por un discípulo suyo, Agostino Tassi, siendo torturada por el tribunal para corroborar su historia. Según otros autores, se trató de un engaño ante una promesa de matrimonio que fue incumplida. Se interpuso una demanda y el proceso concluyó con una leve condena de Agostino Tassi.

Se traslada a la Florencia de Cosme II con motivo de su matrimonio con un pintor florentino, elegido por su padre, después del juicio de 1612 que debería devolverle la honra y alejarla del lugar de los hechos.

Vuelve a Roma hacia 1620, donde mantiene una relación amistosa y profesional con el pintor francés Simon Vouet. Hacia 1631 se traslada a Nápoles, donde frecuenta el grupo de pintores caravaggistas y desde allí realiza un viaje a la Corte de Carlos I de Inglaterra en 1638, regresando a Nápoles tres años después residiendo en esta ciudad hasta su muerte en 1652.

El estudio de su obra se ha visto muy influenciado por los acontecimientos de su vida, sobre todo por el episodio de Agostino Tassi, y por la interpretación de los mismos. Algunos autores la definen como una joven lasciva que aprovecha sus encantos para obtener el éxito en una profesión preferentemente masculina, en cambio otros la consideran una víctima en busca de venganza.

Según esto, han querido verse detalles autobiográficos en sus famosos lienzos “Judit decapitando a Holofernes” del Museo di Capodimonte (1612-13) y de la GallerÍa degli Uffizi (1620) o “Susana y los viejos” de Pommersfelden (1610). Es también notable su “Autorretrato como alegoría de la Pintura” del Kensington Palace (1630) basado en la descripción que hace Cesare Ripa en su libro De Iconologia de la alegoría de la musa griega de la Pintura. Este cuadro "es, en primer lugar, una representación de la artista y, al mismo tiempo, un discurso sobre la teoría de la pintura, una declaración de principios y una afirmación del propio carácter y valor como pintora de su autora" según la profesora Francisca Pérez Carreño.

La influencia de Caravaggio se aprecia en la monumentalidad de sus figuras, el naturalismo, el uso del claroscuro y el sentido dramático de la escena mientras que un uso del color más rico y variado y el virtuosismo en la pintura de telas y materiales remite más a su padre y al ambiente florentino. Fue una pintora de éxito, consciente de su papel de artista, que viajó al extranjero y fue respetada en la profesión hasta el punto de ser admitida en la Academia del Diseño de Florencia en 1616 (fue la primera mujer admitida en la Academia desde su fundación en 1563.

El Convento de Juana Inés de la Cruz (acuarela 90 €)



Juana Inés Asuage Ramírez nació un 12 de noviembre de 1648 o 1651 según distintos investigadores, en el pueblo de San Miguel Nepantla, hoy Estado de México. Su padre era vasco mientras que su madre era mexicana.. Dice Alejandro Soriano Vallés que antes de haber cumplido los tres años es cuando Juana Inés, acompañando a su hermana a la escuela, se "encendió" en "el deseo de saber". Lo que se inició a tan tierna edad no concluiría sino con su vida, la cual será un esfuerzo prolongado en tal dirección. Más tarde, tras oír "decir que había Universidad y Escuelas en que se estudiaban las ciencias", suplicó a su madre que le "mudara" el traje y la enviara allí. Es necesario aclarar que tan simpático ruego infantil fue naturalmente desatendido por la madre, quedando sólo como uno más de los mitos así como el que señala que Juana Inés hubiera utilizado vestimentas varoniles para asistir a la universidad. Lo que sí es cierto es que sus estudios se iniciaron, de modo azaroso, en los libros encontrados en casa de su abuelo materno en Panoayan, donde se crió. Asegura la poetisa que la reprendían para "estorbárselo", pero ella, encendida de amor por la verdad, no cesó, como no lo haría jamás, en su empeño.

Juana Inés –prosigue Soriano Vallés- se inició como autodidacta, y siempre lo sería. Sin embargo, fue dueña de una capacidad intelectual superior a la de la mayoría y, además, pervive la fama de su belleza física. Una vez que su familia decidió enviarla a vivir a casa de unos "deudos" que tenía en la ciudad de México (probablemente Juan de Mata y María Ramírez, tíos suyos, aprendió allí latín ("en que creo no llegaron a veinte las lecciones que tomé" nos dice con Martín de Olivas) y, poco más tarde, hacia 1665, debido a las razones antes mencionadas, entendimiento y hermosura, fue "introducida" en el palacio virreinal.

Explica el p. Calleja cómo la virreina, Leonor Carreto, marquesa de Mancera, encantada con ella, no "podía vivir un instante sin su Juana Inés". Mujeres cultas ambas, debieron gozar mutuamente de la presencia de la otra, aunque, como es lógico, fuese la poetisa la mayor beneficiada. Empero, ni aun así quitaba tiempo a sus estudios. Y éstos eran de tal nivel que el virrey, de regreso en España años después, contaba el modo con que, en aquel entonces, deslumbrado por los conocimientos de la niña, la mandó examinar juntando alrededor de cuarenta sabios en palacio. Entre ellos los había de diversas facultades, e incluso así Juana Inés respondía a las preguntas de modo tan correcto y desenvuelto como "un galeón real [...] se defendería de pocas chalupas" que lo embistieran.

Pero la jovencita, que hacía poesía desde los 8 años (¡"porque la ofrecieron por premio un libro"!, explica Calleja), deseaba, en realidad, sólo eso: estudiar.
El genio de la poetisa se manifestó, entre otras maneras, así, sabiendo transmitirnos sensaciones que no necesariamente fueron las suyas. En cuanto al ingreso al convento, existen otras causas. La estancia en palacio volvió a la joven sumamente conocida y deseada: "de modo que en breve tiempo/ era el admirable blanco/ de todas las atenciones", nos dice en unos versos que la generalidad de la crítica considera autobiográficos. Juana Inés, bella e inteligente, pero pobre, no podía, no debía permanecer en la corte virreinal. Sin embargo, en aquella época la mujer no tenía muchas opciones. Comenta Calleja al respecto que se hallaba amenazada su virtud, pues "la buena cara de una mujer pobre es una pared blanca donde no hay necio que no quiera echar su borrón; que aun la mesura de su honestidad sirve de riesgo". Entonces, a la niña que no deseaba casarse le quedaba en el México virreinal el camino del convento, en este caso el de San José de las Carmelitas Descalzas, ya que este camino era la única opción que tenía una mujer para poder dedicarse al estudio. Apenas tres meses después de su ingreso, se vio forzada a abandonar el convento, pues la severa disciplina de la orden hizo grandes estragos en su salud.

Un año y medio permaneció en Palacio y después regresó a la vida de religiosa, esta vez en el convento de San Jerónimo. El 24 de febrero de 1669 tomó los votos definitivos y se convirtió en Sor Juana Inés de la Cruz.

Dentro del convento Juana desempeñó los cargos de bibliotecaria y encargada de la contaduría y fue una monja devota y rigurosa con sus obligaciones, sin embargo, el estudio de la ciencia y las letras fueron siempre para Sor Juana "su mayor delicia". Esto le trajo constantes regaños por parte de su confesor, el padre Antonio Núñez de Miranda, (quien pensaba que esto no era correcto para una monja) y también por el frecuente contacto con las más altas personalidades de la época debido a su gran fama intelectual.

Esta amistad con las virreinas queda plasmada en versos que, usando el código del amor cortés, han llevado a algunos a una errónea interpretación de las mismas, en aras de ciertas tendencias homosexuales. A las dos que coincidieron temporalmente con ella les escribió poemas bastante encendidos, y a una le dedicó un retrato y un anillo. Fue precisamente una de las virreinas la primera en publicar poemas de Sor Juana.

Sor Juana se vio involucrada en una disputa teológica, a raíz de una crítica privada que realizó de un sermón del muy conocido predicador de la época Antonio Vieira, que fue publicada por el obispo de Puebla Manuel Fernández de Santa Cruz, quien la prologó bajo el seudónimo de Sor Filotea, lo que provocó la reacción de la poetisa a través del escrito "Respuesta a Sor Filotea", donde hace una encendida defensa de la labor intelectual de la mujer.

Poco antes de su muerte, Sor Juana fue obligada por su confesor a deshacerse de su biblioteca y su colección de instrumentos musicales y científicos. Recuérdese que en su tiempo la Santa Inquisición estaba activa. Murió a los cuarenta y tres años, durante una epidemia.

Entre sus obras se cuentan montones de poemas galantes, poemas de ocasión para regalos o cumpleaños de sus amigos, poemas de vestíbulo sobre pies o consonancias sugeridos por otros, letras para cantarse en diversas celebraciones religiosas, y dos comedias llamadas "Amor es más laberinto" y "Los empeños de una casa".

Según ella, casi todo lo escrito era por encargo y la única cosa que escribió por gusto propio es un poema filosófico llamado "El sueño", que muchas veces se edita bajo el título de "Primer sueño". Se trata de una alegoría de varios cientos de líneas, con forma de silva, a propósito del ansia de saber, el vuelo del pensamiento y su consecuente trágica caída. Además, en 1689 apareció en España el primer volumen de sus Obras, Inundación castálida.

El secreto de Alice Guy (óleo sobre lienzo 200 €)




Alice Guy (París 1873 – New Jersey 1968) fue la primera persona, hombre o mujer en llevar un film narrativo a la pantalla. Es considerada la primera directora de cine. Ella dirigió, produjo y/o supervisó más de 300 películas y el resto de tiempo se dedicó a intentar probar al resto del mundo que eso era lo que había hecho. Sus producciones tocaban todos los géneros, desde cuentos de hadas y cuentos fantásticos a parábolas religiosas, pasando por comedias románticas o películas policíacas.

Alice Guy nació en Paris. Era la hija pequeña de un famoso escritor lo que la llevó a desarrollar su amor por las artes y la literatura. En 1885 empezó a trabajar como secretaria de Gaumont, cuando su organización se dedicaba todavía a fabricar equipos de fotografía.

En ese mismo año Louise Lumière invitó a Gaumont a que viera el nuevo aparato que había construido, una cámara que hacía que las fotos fijas se convirtieran en movimiento. A Madame Guy le fascinó el aparato.

Algo más tarde Gaumont hizo su propia versión de la cámara de 60 mm. de Lumière sin saber muy bien que era lo que iba a hacer con su nuevo aparato. A Alice se le ocurrió que podría escribir unas pequeñas historias y realizarlas para divertir a los potenciales compradores del aparato. Cuando le sugirió esta idea a Gaumont él dijo: "Como tú quieras... no es más que un juguete para niños..."

Así que se lo permitió (siempre y cuando no abandonara sus tareas como secretaria). Y así fue cuando ese mismo año Alice Guy realizó la primera película narrativa: "La Fee aux Choux".

El invento de Alice tuvo tanto éxito que los equipos de la empresa de Gaumont comenzaron a venderse estupendamente. Así que el Señor Gaumont tuvo que eximir a Madame Alice Guy de sus tareas de secretaria. Desde aquel momento ella estuvo al cargo de la nueva productora del Señor Gaumont. Todas las películas que ella hizo en esta época de su vida fueron proyectos muy ambiciosos: desde escenas de óperas a escenas militares. En la mayoría de estos filmes, utilizó trucos cinematográficos como la doble exposición del negativo, dándole la vuelta al negativo, etc. Estos trucos o "técnicas" han sido generalmente atribuidos a Méliès.

En 1907, Alice Guy conoció a Herbert Blanch, un cameraman de la empresa Gaumont. Se casaron y a los pocos días se fueron a vivir a Los Estados Unidos. Alice dejó su trabajo como realizadora durante tres años para dedicarse a las tareas domésticas. En Nueva York tuvo a su primera hija, Simone. Pero en 1910, Alice ya estaba aburrida de la vida doméstica y volvió a la dirección y fundó con su propio dinero una productora "Solax Company". Entre 1910 y 1914 la compañía produjo 325 películas de distintos tipos y duraciones y, se dice que, alrededor de 50 fueron dirigidas por la directora de la empresa.


Fue capaz de adaptarse perfectamente a los gustos de los americanos y su empresa consiguió un gran éxito. Tanto fue así que pudo mover sus estudios a Fort Lee en New Jersey y construir uno de los mejor equipados estudios del mundo. Al principio de su carrera ella nunca estuvo especialmente interesada en la publicidad ni de sus películas ni de ella misma; simplemente quería hacer su trabajo y hacerlo bien. Cuando creó su gran compañía cinematográfica empezó a prestar algo más de atención y a imponer más su autoridad, sin embargo los periódicos nunca dejaban de decir la estupenda atmósfera que se respiraba en los Estudios Solax.

Guy era de todas formas una mujer del siglo XIX, decía creer fehacientemente en las estructuras familiares de la época, consideraba a las mujeres como el sexo débil y se decía no feminista. Decía que el sitio adecuado de las mujeres era delante de la cámara pero luego se “desdecía” y afirmaba que no había nada en la dirección cinematográfica que supusiera que una mujer no pudiera hacerlo tan bien como un hombre.

Estas contradicciones probablemente vinieran dadas por sus grandes dotes diplomáticas, por no "molestar" a nadie por sus puntos de vista políticos. Se decía de ella que jamás tocaba los temas de las mujeres y hasta se llegó a hablar de su supuesta misoginia, pero, más importante de lo que una persona dice es lo que una persona hace.

Alice sí hizo películas “de mujeres”. Una de ellas fue "The Call of the Rose" (La LLamada de la Rosa).

(La LLamada de la Rosa). En ella se cuenta la historia de una cantante de ópera profesional que se casa con un minero. Ella le sigue y se van a vivir al oeste y la mujer funda una pequeña escuela. Por un tiempo, la mujer es feliz viendo como su marido buscaba oro en las minas. Pero pronto ella se da cuenta del "vacío que le dejaba su inactiva existencia". Deja a su marido y se vuelve al este de los Estados Unidos a continuar con su carrera. El juicio sobre Alice y sus ideas queda abierto al espectador.

Alice Guy fundó otras dos compañías cinematográficas junto con su marido, Herbert, pero a partir de 1919, se hizo casi imposible la posibilidad de competir con Hollywood y ella tuvo que empezar a alquilar los servicios de sus "talentos" a otras compañías más grandes. Fue el comienzo del fin de su etapa en la industria independiente. Finalmente su compañía terminó por caer y su matrimonio con ella. Así que volvió a Francia pero era ya una mujer de mediana edad y en los años 20 no era fácil encontrar trabajo así que decidió volver a los Estados Unidos.

Una vez allí quiso buscar y recuperar sus películas y fue a la Biblioteca del Congreso y a otros archivos de cine y filmotecas pero no encontró casi ninguna de sus películas y de las que encontró se escondían bajo nombres de dirección de sus compañeros. Heck Rabi comenta en sus escritos que ella ya se lo esperaba:
"Ella se anticipó y dijo que los créditos de la dirección y la producción de sus películas serían falsamente asignados a alguno de sus colaboradores. Ella sabía desde el principio que su nombre, intencionada o inintencionadamente sería omitido o ignorado o degradado en la historia del cine francés y americano".

En una entrevista con Georges Sadoul, él le preguntó sobre su película "Les mefaits d'une tet de veau" y ella dijo que era un honor que se le atribuyera esa película, pero que esa era una de las pocas películas de Gaumont que ella no había dirigido.
En ese periodo Alice Guy había dirigido importantes películas como "Pasión", pero los créditos de esta película se los dio el mismo historiador y crítico G. Sadoul a Victorin Jasset, el asistente de Alice en esta película.

Cuando cumplió los 78 años, Guy fue galardonada en Francia por la Cinematique Francais como la primera mujer directora de cine en el mundo.

La madre del cine, Alice Guy, murió en New Jersey, en el estado en el que ella había cambiado el curso de la historia del cine. Tenía 95 años. En ningún periódico apareció su esquela.

Safo al Desnudo (acuarela 140 €)

viernes, 4 de junio de 2010



Safo (Grecia siglos VII/VI a. C.)

Una fecha posible de su aristocrático nacimiento es la del año 612 a. C., en algún lugar de la isla de Lesbos. Por sus poemas, intuimos que falleció alrededor de los sesenta años. También sabemos que Safo tuvo una hija, y que pudo haberse llegado a casar.

Safo, mujer de espíritu indomable, amante de la cultura y sobre todo de la libertad, no tarda en enfrentarse, junto a otros conciudadanos, al tirano que gobierna Lesbos: Pitaco de Mitilene, que había desposeido a su pueblo de sus derechos civiles, y no dudaba en desterrar a sus oponentes. A Safo la envía a Sicilia, que entonces pertenecía a la Magna Grecia.

En Lesbos, al igual que en otros lugares de la Grecia antigua, la mujer gozaba casi de los mismo derechos que los hombres. Existía una democracia más sólida que en ciudades de tradición jónica, como Atenas, en la que imperaba una cultura eminentemente sexista. Safo, que tenía una manera distinta de entender la vida a la de las atenienses, fundó en su isla natal una academia para mujeres jóvenes, consagrada a la diosa Afrodita, divinidad de la mitología griega, que en Roma se denominó Venus. Era la diosa de la belleza, del amor y de la vida universal. Debido a esta relación con las mujeres, ya fuera física o platónicamente, en la isla de Lesbos, se ha denominado Lesbianismo al amor entre mujeres.

En algunas obras de la época de Safo, y en otras de siglos posteriores, podemos ver a la poetisa representada tañendo su "bárbito", instrumento musical parecido a la lira, pero más grande, que Safo utilizó con asiduidad; en la cultura helénica, la música y la poesía estaban estrechamente relacionadas.

Sabemos que, además de su labor pedagógica, Safo desarrolló una intensa actividad poética pero, por desgracia, gran parte de su obra se perdió no mucho después de la muerte de la poetisa. Hacia los siglos III a I a. C., se rescató parte de su poesía, que se recogió en diez volúmenes: nueve de verso lírico y uno de verso elegíaco. Se conservaron copias de ellos hasta la Edad Media, en cuya oscuridad acabarían desapareciendo. Durante el siglo XI, sólo encontraremos fragmentos de la obra de Safo en las citas de algunos escritores.

El juicio de la Historia y la Literatura ha sido dispar con respecto a Safo. Platón la consideró la "décima musa" y, teniendo en cuenta la importancia que se daba en la Grecia clásica a las musas (consideradas divinidades), más que alabar a la poetisa y a su obra, parece que Platón la venera. Posteriores estudiosos y críticos despreciarían su obra, su persona y lo que ambas significaban, otros la alabarían sin paliativos.

Como ya hemos comentado, es muy poco lo que nos ha llegado de su obra, aunque su estilo influyó en muchos poetas de su época y en los posteriores (entre ellos Ovidio y Catulo, que la imitó con descaro). Su obra, al igual que la de Alceo, es brillante, fresca y explícita.

La inmortal obra de Safo, realizada hace unos 2500 años, ha sufrido el paso del tiempo, las malas traducciones, el plagio y la censura. No obstante, la cultura occidental, que se basa en gran medida en la griega, debe mucho más de lo que pudiera imaginar a Safo y a su manera de crear poesía.

El Rincón de Hildegarda (acuarela 75 €)




HILDEGARDE DE BINGEN (1098-1179)

Santa Hildegarda de Bingen fue una abadesa alemana que vivió durante la Edad Media, siglo XII. Desarrolló una intensa labor religiosa, científica, artística e incluso política, fundó dos monasterios y mantuvo correspondencia con reyes, emperadores y papas. Escribió varios libros, algunos de ellos enciclopédicos, incluido dos tratados sobre ciencia y medicina (“Physica” y “Causae et curae”). Durante toda su vida experimentó visiones que interpretó como una iluminación divina, y que relató y plasmó como alegóricos grabados en algunas de sus obras (“Scivias”, “Liber Divinorum operum simplicis hominis” y “Liber vitae meritorum”). Además, también tuvo episodios de éxtasis místico, atribuidos posteriormente a episodios migrañosos.

Fue además de científica, música, y filósofa, una espléndida escritora cuyas obras, sorprendentemente, nos hablan de temas tan actuales como el lugar del hombre en el cosmos, el medio ambiente y el papel de la mujer en la sociedad: toda una sabiduría medieval que la sociedad contemporánea empieza a descubrir.

Nacida en Alemania en el año 1098, Hildegarda de Bingen será un personaje desconocido hasta la edad de 40 años, cuando por fin su nombre empiece a sonar más allá del convento en el que permanecía recogida, a orillas del Rin. En esa época, en efecto, pone por escrito las sorprendentes visiones que venía experimentando desde su niñez y, muy pronto, el libro resultante desata pasiones y controversias en toda Europa: recibe la aprobación del Sumo Pontífice y los obispos; el eco de sus sermones resuena, entre otras, en las catedrales de Colonia y Maguncia; y todo el mundo acude a ella para consultarle cualquier tipo de asuntos, desde la gente más humilde hasta el emperador Federico Barbarroja.

Pero, por encima de todo, Hildegarda no deja de escribir. Sus tres grandes libros de visiones, entre ellos el célebre Scivias, describen un universo infinito, en plena expansión, que se asemeja mucho al de los astrofísicos de nuestros días. Y sus dos tratados de medicina «sutil» --los únicos escritos en el occidente cristiano en el siglo XII-- se consideran todavía hoy un hito en la materia...

Poco a poco, así, el extraordinario destino de Hildegarda de Bingen llega a poner en entredicho el asfixiante racionalismo de nuestros días y a encarnar a la perfección un saber diferente, intuitivo, místico y visionario: un verdadero bálsamo para nuestra locura cotidiana.

El baño de Trótula (acuarela 140 €)



TRÓTULA DE SALERNO (¿- 1097)
Fue la primera ginecóloga de la historia. Su fecha exacta de nacimiento se desconoce pero se sabe que ejerció la medicina en Salermo, donde se encontraba el primer centro médico que no estaba conectado con la iglesia. Tanto en la tradición popular como en los círculos científicos las Mulieres Salernitae o Damas de Salerno tenían fama como médicas y estudiosas de la medicina, y entre ellas destacaba Trotula. Ejerció extensamente la medicina y la docencia, y escribió varios tratados, entre ellos: "Passionibus Mulierum" (Trotula Maior), que fueron textos en las escuelas de medicina hasta el siglo XVI.

Sus teorías médicas fueron increíblemente avanzadas. Hablando del control de la natalidad, de las causas y tratamientos de la infertilidad señaló que es "igualmente frecuente que la concepción se vea impedida por un defecto del hombre como de la mujer".

Fueron Trótula y “las damas de Salerno” quienes ayudaron a que se produjera el renacimiento médico que marcó el fin del oscurantismo en Europa. Tanto en la tradición popular como en los círculos médicos, las “damas de Salerno” tenían fama como médicas y estudiosas de la medicina, y entre ellas destacaba Trótula. De hecho, la escuela de Salerno fue considerada la primera universidad de Europa, se sabe que en ella había muchas maestras mujeres y fue el primer centro médico no conectado a la Iglesia. Una escuela excepcional entre los siglos XI y XII, antes que las universidades: era exclusivamente médica y, al mismo tiempo, laica.

Curiosamente para la época, el interés de esa escuela estaba centrado en el empirismo y la observación y no en el aspecto teórico y especulativo. El plan de estudios era tan bueno que lo adoptó después la Universidad de París. Los numerosos textos que datan de entonces contienen muy buenas descripciones clínicas. La obra más famosa es el “Regimen sanitatis Salernitatum”, que resume en verso el saber en esa escuela que entre los estudiantes y profesores tenía a muchas mujeres.

Desde tiempos de Aristóteles hasta el siglo XVII, las enfermedades de la mujer se relacionaban a la menstruación. Las primeras descripciones de esto, las realizó Hipócrates, no obstante, Trótula de Salerno fue más allá y buscó desvanecer el burdo prejuicio de la época en relación a que los efectos de la menstruación en la mujer las convertía en “venenosas”.


Sus teorías médicas fueron increíblemente avanzadas. Habló del control de la natalidad, de las causas y tratamientos de la infertilidad señaló que es "igualmente frecuente que la concepción se vea impedida por un defecto del hombre como de la mujer". Muchos siglos atrás se sentaban las bases de la responsabilidad compartida entre hombre y mujer para efecto de la concepción.
Trótula lideró el grupo de mujeres médicas, incluso, desde las distintas partes del viejo continente venían a estudiar con ella. Escribió varios tratados de anatomía y fisiología femenina. El más famoso, conocido como “Passionibus Mulierum”, explicaba la menstruación, la concepción, el embarazo, el parto, el puerperio, el control natal, las enfermedades del útero y de las vías urinarias. Este magnífico aporte fue referencia obligatoria en las mejores universidades de Europa hasta avanzado el siglo XVI.

Fue, entre otras cosas, una adelantada de la ginecología. Para ella era de suma importancia que el cuerpo y las enfermedades femeninas fuesen tratadas por facultativas mujeres, por tener éstas una disposición que obviamente no tendría un médico varón, por inhibición ante el cuerpo del otro sexo, o por desconocimiento del mismo. Naturalmente, hay que tener en cuenta la precariedad de la ciencia de ese entonces para entender este razonamiento que también entraña una profunda sensibilidad. La que también hace notar en su preocupación por la relación entre médico y paciente, su interés en la pediatría y su deseo por aliviar los dolores del parto.

La doctora de Salerno, consideraba la prevención como el aspecto más importante de la medicina. Por eso. Escribió un segundo tratado sobre el cuidado de la piel, la higiene y la cosmética.

Trótula gozó de mucha fama durante el Edad Media, la que atravesó a la historia y la tradición. Sin embargo, grandes historiadores de la medicina consideraron que sus libros eran demasiado profundos para la mente de una mujer y trataron de eliminarla de la historia. Murió en 1097.


Las obras de Trótula tocaron temas sobre salud, sexualidad, curaciones, remedios, control de la natalidad y las causas y tratamientos de la infertilidad, del cáncer, las enfermedades de la piel, los ojos y la sordera e hizo los primeros tratados pediátricos de la historia. La ciencia obstétrica de Trótula era tan avanzada, que aún hoy se siguen encontrando elementos novedosos. Escribió el primer tratado de ginecología "Las enfermedades de las mujeres antes, durante y después del parto". Su fama fue tal que sus libros fueron copiados y vueltos a copiar por varios siglos. Pero… ya en el siglo XII, algunos copistas empezaron a atribuir sus libros a su marido, hasta que su nombre fue definitivamnte sustituido por su forma masculina: Trottus.

Para el siglo XV ya se negaba su existencia y en el XVI el historiador alemán Karl Sudhoff, definitivamente borró de la historia tanto a ella como a las damas de Salerno, arguyendo que como eran comadronas y no médicas no podían haber escrito sobre materias tan complejas como la obstetricia o la cirugía. Según él, de esos temas sólo podían escribir los hombres…

Por suerte para la historia de la medicina y para la historia de las mujeres, hoy Trótula es estudiada en las Universidades.

Sudhoff y Singer, a comienzos del siglo XX, trataron de eliminarla por completo afirmando que “sus trabajos incluyen instrumentaciones quirúrgicas demasiado complicadas, ninguna mujer escribiría tan explícitamente sobre cuestiones sexuales". Desgraciadamente gozaban de tal prestigio como historiadores de la medicina que hasta las feministas de entonces se mostraron reacias a contradecirlos, de manera que ha sido casi borrada de la historia.